jueves, 28 de noviembre de 2013

Cena extraña y bizarra (A Miki y su amiga Eugenia)

En un sofá desgarrado yacía ella mirando el cielo de su casa sin techo. Su vecino Omar la miraba libidinosamente. Omar era un obrero y sabía de sexo solo un poco más que lo que sabe un conejo o un perro en celo. Pero: ¿Cómo no idolatrar a una mujer desnuda? Hasta ese idiota lo sabía.

El amor perfecto era mirarla y descubrir lo secreto de la piel que no oculta y es, a la vez, el mejor disfraz. Ella era lúbrica y santa, sensual y divina. El cielo como un rayo la sirvió de flores en lo tibio del pecho y Omar saltó al encuentro ya sin ropa.

Fueron viejos y murieron solos. De aquel encuentro sólo quedó un retazo de la página que escribe Dios, o el ser ajeno a mí que es quien vigila. En ese manuscrito se leía:



"Contemplando a una mujer desnuda..."







Alejandro Gonzalo Vera

lunes, 25 de noviembre de 2013

Los suplicios del virtuoso...



Esto es amar, decía Luis mientras lamía el dedo de su novia, que era autista. Como vemos aquí el amor es lo que uno quiera, si usted quiere que yo sea el amor yo seré su amor, comentó el Dr Diaz a la familia de Luis, mientras se masturbaba con una toalla, o TOBALLA, como se dice en estos tiempos de apocalípsis y sarna.

Ay!!! Gritó Giselle! No ven que soy autista, dejense de joder, quiero estar conmigo. Obviamente el Papa no vio esto, sino habría tomado cartas en el asunto aunque los juegos de azar esten prohibidos por la inquisición (digo la iglesia)...

Giselle: Te amo decía Luisito y mientras programaba el celular para que se auto-reciclara, comenzó a morder con ternura la pierna del Dr Diaz.

Obviamente un caso de Pica, Comentó el Dr, que era un hombre de papel si pretendemos que nuestro universo no estalle aún. Bruscamente, la gata de la impaciencia rugió y todos lloraron, menos Giselle que era autista, o sea no estaba en toda esta boludez. El premio es para los patéticos, una pequeña montaña de arena de gato usada.
Qué lindo, dijo Irónicamente el Dr Diaz, mientras buscaba su anillo de oro entre la arena del gato. Todos de alguna forma somos ese gato dijo Giselle sin señalar a nada ni a nadie, ni física ni mentalmente (Esa es La Verdadera POESÏA)

Veo letras, debe ser un libro, la gente razona, vive y muere. esas tres cosas hace. Lo de vivir y morir es inevitable, lo de razonar es mejor dejarselo al gato o al televisor de 58 pulgadas (suena a pulgar pero a nadie aquí le interesa la etimología de una MIERDA).

Para terminar Giselle (Mi adorada) dijo voy a cantar, obviamente no cantó me comentaba el Dr Diaz mientras le inyectaba un calmante y los enfermeros lo ataban a su cama, esta vez para siempre (lo que para los asesinos significa 20 años)...




Alexiel Ardilla Hackerous

martes, 19 de noviembre de 2013

Premio Itaú de cuento, "El cuento que no ganó..."



Hola gente:

Hoy fui a la entrega de los premios Itaú de cuento. No gané ni siquiera una mención. No es de extrañarse. El cuento ganador fue leído y era un desastre. Qué se yo, nunca entendí a los jurados. Solo sé que mis cuentos reflejan a la gente y seguramente ese grupo de cerdos que integraba el jurado vió en el reflejo de mi cuento una montaña de mierda. 
Acá está el cuento para que vean luego si están interesados si no merecía aunque sea una mención. Dicen premiar la cultura, pero como tantas palabras, para un bancario la palabra "cultura" rima mucho con interés simple, plazo fijo etc. 

La peste sobre ese banco, la peste sobre ese jurado. No pienso presentarme más a ningún concurso para ser evaluado por un grupete de ignorantes.

Gustos son gustos dijo una vieja y se metió un porta-aviones en el culo...

A continuación, mi pobre cuento "perdedor". 
Lo mandé al muere, pobrecito... :'-(



‐Los que miran de allá‐


Allá está la muerte, decía el viejo. Y el viento de la tarde se deleitaba en profanar la deliciosa rosa negra del pelo de Julieta. Julieta, como tantas mujeres, estaba sola. No sola porque quisiera, sola por incomprendida. Casi nunca hablaba. A veces se sentaba en la plaza al lado de un viejo que repetía siempre la misma frase: Allá está la muerte, decía. Y Julieta que no sabía mucho de rosas pero sí de espinas, lloraba y su llanto era deleite para su corazón de poeta.
Allá está la muerte, dijo el viejo, y Daniel que era un muchacho tímido pero no por eso sonso, miró a Julieta a los ojos y le dijo amablemente: ¿Qué le pasa a este viejo? Julieta, con desgano le respondió: Él es viejo y piensa mucho en la muerte.
La segunda vez que Daniel vio a Julieta la tomó de la mano y la besó en los labios, que eran de fuego y miel de niña, y a su vez eran crueles como la peor serpiente. Daniel le dijo: Contame un secreto… Ella le respondió: Vomito todo lo que como. Dio media vuelta y se alejó corriendo hacia el sur de aquel lugar inexistente que es el mundo. Daniel la alcanzó una cuadra más al sur y le dijo, podés confiar en mí.
La tarde era de plata, como el rio. Y el agua de la lluvia despedía el ocaso de lo real como quien aplaude a un muerto.
Luego Daniel y Julieta fueron novios. El viejo, como todos los viejos, vio cada vez más cerca a la muerte. El pasto es verde, dijo Julieta, que era callada y dulce.
Daniel cruzaba la calle, sin mirar, como todo enamorado. Y
casualmente el conductor del ómnibus que lo atropelló y mató, seguía el mismo insensato proceder de los enamorados. Y (también casualmente) Julieta doblaba la esquina cuando Daniel tomaba la mano de la señora blanca
y fría, que adormece y calma, y adormece, y calma.
Julieta, con ese proceder ya nombrado de los enamorados, dejó de mirar. Pero no dejó de mirar para cruzar la calle, o para ver la tele. Se desencantó de la gente.
Los que miran de allá me contaron que todas las historias son tristes y lindas. Y que de arriba nos aplauden mucho.

Julieta.

La tarde.

Julieta diciendo: Allá está la muerte, y esperando a un muchacho que le pida secretos y la bese en los labios.
Pero es raro cuando uno quiere repetir las cosas, nunca salen igual. El río siempre se queda, pensó y ella misma se conmovía con su teatralidad, y se reía como loca. Porque estaba loca y no tenía remedio. Todo tiene solución menos la muerte, pensaba y lloraba, y más pensaba y tenía la sed de los que lloran, que no se calma con agua, y creo que con nada.
La última tarde fue distinta. Julieta se levantó temprano y de muy buen humor. Compró pan y se sentó en un banco de la plaza a comer una flautita.

Julieta.

La noche.

Los que miran de allá me contaron que todas las historias son tristes y lindas. Y que de arriba nos aplauden mucho.

Marcelo llama a la radio.

En Siria alguien habla un idioma que desconozco.

Y Julieta enamorada empezó a mirar a la gente.
Una mujer de pollera gitana se le acercó y le dijo: Vení que te muestro algo. Y la llevó a un teatro, en una calle que es todas las calles. Ahí estaba Daniel mirando, y Julieta lo reconoció…
Pero en ese teatro que es todos los teatros no se habla, solo se mira.
Cuando Julieta y Daniel salieron me contaron que todas las historias son tristes y lindas. Y que de arriba nos aplauden mucho.

 Como decía el viejo, allá está la muerte…

Y digo yo que también anda rondando el amor suicida, que consuela y calma la sed inaguantable de no ver más que máscaras y gritos.
Y la tarde con la lluvia nos despide, porque el cielo aplaude las historias tristes… Desde allá se ve muy lindo dicen.

Yo no sé si creerles…


Alejandro Gonzalo Vera (Dedicado a Brenda Bugallo, por entendedora).

sábado, 9 de noviembre de 2013

Hablando de lo increíble...

No todo lo que digo es cierto, no todo lo que digo es falso. No creo en las verdades incuestionables. Creo que todos somos presos de las circunstancias. Nadie se salva del mambito de jugarse la vida en una mano de poker, ni de la felicidad de entregarle todo a una mina... No me gusta lo que se impone. No creo en el señor, me suena a feudalismo. Muchos rezos me suenan a suplica y no me gusta suplicar. Creo en Dios siempre y cuando no esté en mi contra. Todo es cuestionable, todo es dialogable... No me gusta el insomnio del tipo patético, no me gusta el descanso del tipo satisfecho. Para trascender hay que ser un poco insatisfecho y algo patético. Todos somos actores de lo triste. A todos nos toca o nos tocará saciar la sed de la tumba. La idea es no hacerlo tan pronto... La idea es no seguir a ningún gil inquebrantablemente. Cuando uno le da ese poder a alguien esta frito...

jueves, 7 de noviembre de 2013

Sobre la charla con Jimena de Microsoft en UNPAZ



Hola gente:
Bueno el comentario final que hice un poco incompleto es ampliado aquí. Yo hablaba de la dicotomía entre el autotutelaje y la socialización en los espacios escolares. Plantee que el cambio de paradigma en las aulas debe estar dado por una reorganización del modelo panóptico (cité "Vigilar y castigar"), y que la mayor parte del aprendizaje se hace en soledad. Por otra parte hice énfasis en el hecho de que en el fordismo la alienación del trabajo recreaba seres que adquirían solo las herramientas necesarias para la confección de su sección en la fábrica, mientras que en esta nueva etapa, la versatilidad es la moneda corriente. Dicha versatilidad no se aprende en el aula, en el aula se debe aprender lo social, porque lo social en tanto que herramienta de desarrollo de las aptitudes comunicacionales de los seres de conocimiento, es un pilar importante en la nueva concepción de espacio de trabajo, donde cooperar (como dijo Jimena), era más que la suma de las partes. La cooperación es una descentralización del poder del grupo para afianzar las partes que lo unen.
Creo que el verdadero reto es salir del sistema de la vieja escuela e incentivar el autoaprendizaje, para lograr que los conocimientos previos de los estudiantes florescan, no ya en charlas unidireccionales sino en debates que fomenten el nacimiento de ideas innovadoras para un cambio social, que es inminente. Saber es poder, y poder saber es un beneficio que la UNPAZ nos brinda gratuitamente. Sepamos sacarle el mayor rédito posible y honremos el nacimiento de la era digital siendo alguien distinto cada día. Disfrutando el desafío y no la rutina. Resolver problemas sin hacerse problema es la clave para afrontar el ámbito laboral del siglo XXI. Solo es cuestión de tiempo...


Alejandro G. Vera