sábado, 17 de octubre de 2020

-Hacerse el tonto-

 


Todas las personas son escuchadas de una u otra manera por Bramur. ¿No saben quién es Bramur? Bramur es una voz que habita en todas las personas y para bien o para mal conduce cada peldaño de sus (de nuestras) vidas.

¿Por qué nombro a Bramur? La gente no hace otra cosa que nombrarlo. Hoy en el subte, por ejemplo, dos señoras muy coquetas y refinadas hablaban de lo caro que está el kilo de tomates en Recoleta, pero por lo bajo una decía “Está gordísima, ¡qué asco de mujer! ¿No se dará cuenta para dejar de comer?”. No creo que ni siquiera ella supiera que dijo eso. Este es el secreto de todos los magos y farsantes de circo. Escuchar lo que la gente habla por lo bajo.

Nota personal: Cuanto más “normal” se cree la persona, más dominada está por Bramur.

 

Cuando conocí a Patricio, allá por el año dos mil trece en el ingreso a la carrera Analista Programador en la Universidad de José C. Paz, me pareció un buen muchacho. De hecho llegué a pensar que podría ser mi amigo, con el tiempo. Patricio era gracioso y agradable, y nos ayudábamos con las tareas, también con el resto del grupo: Rita, Karen, y Sergio.

 

Todo iba genial hasta que comenzó la carrera. Ya que el curso de ingreso era el mismo para todas las carreras, en Analista Programador solo quedamos Patricio y yo. Rita siguió Administración de empresas, Karen no pudo entrar, Sergio tampoco. Como decía, todo iba genial con Patricio hasta la primera clase de programación. El profesor enseñaba rápido y el que se quedaba se quedaba. Yo tomaba notas y Patricio también. Pero en un momento comenzó a hacerme preguntas molestas del tipo de: “¿Qué dijo? ¿Me repetís lo último?” Etcétera. A lo que yo respondía muy amablemente mostrándole mi apunte o hablándole en voz baja (Bramur).

En la clase de Arquitectura de software noté ya realmente que Patricio tenía un problema. Me molestaba adrede. Lo soporté por unos días. Fue terrible, porque uno no sabe cómo reaccionar ante una conducta así. Porque yo sabía que él me molestaba, pero por otro lado (Bramur) yo sentía que el que estaba mal era yo.

Tenía que atraparlo justo cuando hiciera eso que hacía, para decirle: “¡No me molestes más! ¿Por qué sos malo si yo soy bueno?” (Bramur).

Pasó un mes en el que casi no dormía. En las materias llegaron los primeros parciales, y a pesar de Patricio (muy a pesar de él), me fue bien.

Patricio comenzó a salir con una chica, Bárbara se llamaba, le decíamos Barbie. Parecían llevarse bien. Por unos días Patricio se tranquilizó y llegué a pensar que gracias a Barbie ya no me iba a molestar más. Pensé que ya tenía una mejor distracción.

Pero pasado lo de Patricio llegó lo de Bramur. Cuando el profesor de álgebra dos hablaba, yo lo escuchaba putear por lo bajo, o decir simplemente: “para qué me gasto, a esto no lo van a entender.”

En toda la gente lo notaba. No pensé jamás tener poderes ni nada extraño. Solo sabía que la gente había empezado a hablar por lo bajo, no sabía yo por qué. Pero sí sabía por qué los escuchaba. Los episodios con Patricio me pusieron alerta a todo. Podía estudiar los libros de programación más difíciles y entenderlos de arranque. Era una especie de don, que vino de mala forma pero para bien.

Después de las vacaciones de invierno volvimos a cursar, recuerdo muy bien la primera clase del cuatrimestre porque pasó algo peculiar. Barbie vomitó en la clase. Se levantó llorando y corrió al baño de mujeres. Noté que Patricio decía algo por lo bajo pero estaba lejos como para escucharlo. (Bramur) Tuvimos que salir para que el personal de limpieza entrara a secar el vómito. Al pasar cerca de la mancha de vómito, miré, tal vez por morbo, y noté que entre los restos de comida semi digerida había tres monedas de diez centavos, es decir treinta centavos. (Bramur)

Me dispuse a desentrañar la historia oculta de Barbie y Patricio a como diera lugar. ¿Por qué una chica tan sana y hermosa como Barbie tragaría tres monedas de diez centavos? Es decir treinta centavos. (Bramur)

 

Al día siguiente, y durante la semana entera no vi a Barbie en las materias. Estaba faltando. Pero yo sabía dónde trabajaba. La panadería “El milagro”, ahí estaba ella con su gorrito de panadera y su habitual y hermosa sonrisa. Me reconoció y pareció alegrarse y preocuparse al mismo tiempo.

“¿Qué te pasó Barbie?, contame, podés confiar en mí,” le dije. “Te veo a las nueve en la plaza”, me dijo en un susurro. (Bramur)

La encontré a las nueve en la plaza, parecía una muñeca, muy hermosa. Me contó lo que le pasaba de entrada. “Estoy embarazada de Patricio”, dijo y empezó a  llorar. “Ok, eso lo entiendo - le dije – pero… ¿Por qué te tragaste las tres monedas de diez centavos?”, (treinta centavos, estúpido.) (Bramur).  “No sé cómo contártelo”, me respondió Barbie, y sus palabras parecían aromas de una rosa que se marchita. “¿Vos sabés lo que él hace, no?”. Le respondí asombrado: “Te referís a las bromas”. “No son bromas – dijo Barbie - ¿Sabés que el hermano y el padre de Patricio se suicidaron los dos el mismo día?”

Me quedé helado, no literalmente (Bramur). Sentí que esto tenía sentido, y recordé un episodio en el que yo sí pude atrapar a Patricio molestándome:

En la clase de Algoritmos y programación dos, Patricio me colocó una bolita de papel en mi cuaderno. Cuando me giré la sacó. Me pareció raro pero seguí prestando atención a la clase. Al rato noté que Patricio se movía y lo vi poner la bolita sobre mi cuaderno. Lo había capturado, con eso me bastaba para desecharlo de mi grupo. Pero con Barbie era distinto. ¿Cómo la había hecho tragar treinta centavos? (Bramur).

 

Entonces Barbie me contó lo de Bramur, me dijo que Bramur era una voz que tenemos dentro todos, que nos habla continuamente. Y que algunas personas (los psicópatas) tienen más de un Bramur. Patricio era un psicópata.

 

Esa noche en casa me sentía muy contento, superado. Tenía una aliada. Alguien que también escuchaba la voz susurrante. (Bramur).

 

Al otro día me dispuse a ir a la Universidad pero el colectivo no pasaba, estaba cortada la calle, y tuve que caminar hasta Gaspar Campos, donde tomé el colectivo cincuenta y tres, que vuelve de La Boca.

 

El clima estaba raro camino a la Universidad. Desde la estación se escuchaba pasar a la policía. Llegué lo más cerca que pude. La encontré a Rita, estaba consternada. Me dijo, entre lágrimas: “No Ale, no sabés lo que pasó”, “¿Qué pasó?”, le dije, temiendo y sabiendo que era algo terrible. Me dijo con voz quebrada palabras que jamás olvidaré: “Tu compañera Barbie, llevó un revólver a la UNPAZ y le metió cinco tiros a Patricio” (¡Al muy hijo de puta!) (Bramur).

 

Todas las personas son escuchadas de una u otra manera por Bramur. ¿No saben quién es Bramur? Bramur es una voz que habita en todas las personas y para bien o para mal conduce cada peldaño de sus (de nuestras) vidas.

Patricio murió esa tarde, y de Barbie ya no supe más nada. Dejé la carrera ese año, y procuro no pasar cerca de la estación de José C. Paz, tal vez para evitar escuchar voces, que si existen (yo creo que sí), es mejor no escucharlas, y si alguien nos molesta mucho, es preferible hacerse el tonto… ¿O no?

 

Alejandro G. Vera

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