martes, 19 de noviembre de 2013

Premio Itaú de cuento, "El cuento que no ganó..."



Hola gente:

Hoy fui a la entrega de los premios Itaú de cuento. No gané ni siquiera una mención. No es de extrañarse. El cuento ganador fue leído y era un desastre. Qué se yo, nunca entendí a los jurados. Solo sé que mis cuentos reflejan a la gente y seguramente ese grupo de cerdos que integraba el jurado vió en el reflejo de mi cuento una montaña de mierda. 
Acá está el cuento para que vean luego si están interesados si no merecía aunque sea una mención. Dicen premiar la cultura, pero como tantas palabras, para un bancario la palabra "cultura" rima mucho con interés simple, plazo fijo etc. 

La peste sobre ese banco, la peste sobre ese jurado. No pienso presentarme más a ningún concurso para ser evaluado por un grupete de ignorantes.

Gustos son gustos dijo una vieja y se metió un porta-aviones en el culo...

A continuación, mi pobre cuento "perdedor". 
Lo mandé al muere, pobrecito... :'-(



‐Los que miran de allá‐


Allá está la muerte, decía el viejo. Y el viento de la tarde se deleitaba en profanar la deliciosa rosa negra del pelo de Julieta. Julieta, como tantas mujeres, estaba sola. No sola porque quisiera, sola por incomprendida. Casi nunca hablaba. A veces se sentaba en la plaza al lado de un viejo que repetía siempre la misma frase: Allá está la muerte, decía. Y Julieta que no sabía mucho de rosas pero sí de espinas, lloraba y su llanto era deleite para su corazón de poeta.
Allá está la muerte, dijo el viejo, y Daniel que era un muchacho tímido pero no por eso sonso, miró a Julieta a los ojos y le dijo amablemente: ¿Qué le pasa a este viejo? Julieta, con desgano le respondió: Él es viejo y piensa mucho en la muerte.
La segunda vez que Daniel vio a Julieta la tomó de la mano y la besó en los labios, que eran de fuego y miel de niña, y a su vez eran crueles como la peor serpiente. Daniel le dijo: Contame un secreto… Ella le respondió: Vomito todo lo que como. Dio media vuelta y se alejó corriendo hacia el sur de aquel lugar inexistente que es el mundo. Daniel la alcanzó una cuadra más al sur y le dijo, podés confiar en mí.
La tarde era de plata, como el rio. Y el agua de la lluvia despedía el ocaso de lo real como quien aplaude a un muerto.
Luego Daniel y Julieta fueron novios. El viejo, como todos los viejos, vio cada vez más cerca a la muerte. El pasto es verde, dijo Julieta, que era callada y dulce.
Daniel cruzaba la calle, sin mirar, como todo enamorado. Y
casualmente el conductor del ómnibus que lo atropelló y mató, seguía el mismo insensato proceder de los enamorados. Y (también casualmente) Julieta doblaba la esquina cuando Daniel tomaba la mano de la señora blanca
y fría, que adormece y calma, y adormece, y calma.
Julieta, con ese proceder ya nombrado de los enamorados, dejó de mirar. Pero no dejó de mirar para cruzar la calle, o para ver la tele. Se desencantó de la gente.
Los que miran de allá me contaron que todas las historias son tristes y lindas. Y que de arriba nos aplauden mucho.

Julieta.

La tarde.

Julieta diciendo: Allá está la muerte, y esperando a un muchacho que le pida secretos y la bese en los labios.
Pero es raro cuando uno quiere repetir las cosas, nunca salen igual. El río siempre se queda, pensó y ella misma se conmovía con su teatralidad, y se reía como loca. Porque estaba loca y no tenía remedio. Todo tiene solución menos la muerte, pensaba y lloraba, y más pensaba y tenía la sed de los que lloran, que no se calma con agua, y creo que con nada.
La última tarde fue distinta. Julieta se levantó temprano y de muy buen humor. Compró pan y se sentó en un banco de la plaza a comer una flautita.

Julieta.

La noche.

Los que miran de allá me contaron que todas las historias son tristes y lindas. Y que de arriba nos aplauden mucho.

Marcelo llama a la radio.

En Siria alguien habla un idioma que desconozco.

Y Julieta enamorada empezó a mirar a la gente.
Una mujer de pollera gitana se le acercó y le dijo: Vení que te muestro algo. Y la llevó a un teatro, en una calle que es todas las calles. Ahí estaba Daniel mirando, y Julieta lo reconoció…
Pero en ese teatro que es todos los teatros no se habla, solo se mira.
Cuando Julieta y Daniel salieron me contaron que todas las historias son tristes y lindas. Y que de arriba nos aplauden mucho.

 Como decía el viejo, allá está la muerte…

Y digo yo que también anda rondando el amor suicida, que consuela y calma la sed inaguantable de no ver más que máscaras y gritos.
Y la tarde con la lluvia nos despide, porque el cielo aplaude las historias tristes… Desde allá se ve muy lindo dicen.

Yo no sé si creerles…


Alejandro Gonzalo Vera (Dedicado a Brenda Bugallo, por entendedora).

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