-El mar y el pasado-
El
mar, como la muerte, avanzaba sobre Buenos Aires. La gente tenía sed. Algunos
morían, riendo como locos (tal era la conmoción que los atacaba). Cuando conocí
a Ofelia ella no sabía que me había enamorado de ella apenas la vi. Estaba
sentado en la facultad, escribiendo un cuento, o una poesía (como siempre) y
sentí que alguien me espiaba. Me hice el tonto. Después de un rato la miré. Los
ojos de Ofelia eran como dos cielos, cómo te explico, era como mirar algo
sobrenatural. No podía ser tan linda. Su pelo negro lleno de rulos y sus 19
años llenos de historias y de misterios de mujer. Odio la melancolía, ya lo
sabés, odio quedar atrapado en los momentos, y poco a poco voy desechando todo
lo del pasado, tal vez para que no me arrastre a esa tierra infértil y viciada,
pantanosa, donde todo es gris, donde las canciones (y todas las cosas) nos
hacen llorar.
En
esos días maravillosos (los días de Ofelia), el mar era solo una amenaza. Yo
sabía y ella también, que no era bueno que el mar llegara a veces hasta la
calle Corrientes. Cuantas veces nos íbamos en bote mirando las vidrieras con
Ofelia. Una tarde una ola nos arrastró dos cuadras por Talcahuano. Pero a nadie
parecía importarle. El agua extrañamente no entraba a los locales ni a las
casas. Los científicos explicaban que era algo normal, por el “ph” del agua y
no se que otra cosa de esas que dicen los científicos y uno tiene que aceptar
sí o sí. Todo era absurdo.
En
la facultad era raro que leyéramos el material de sociología. Yo obviamente lo
leía, porque leo todo, pero Ofelia estaba preocupada por asuntos más
importantes. Me preocupaban los dibujos que hacía. Casas con ojos, y
serpientes. Cosas raras. Tan enamorado estaba.
Lo
del mar sí que fue raro. Una tarde el agua se llevó a mi tío Alberto y ya no
supimos más de él. Todo era muy raro. Ni los evangelistas decían nada del fin
del mundo, del cagazo que teníamos todos. En la tele actualizaban las cifras de
gente tragada por el mar. Decían que era gente mala, o que se habían dejado
llevar, para escapar del mundo, de las cosas. Yo a veces creía eso también. Que
la gente no se moría sino que se dejaba morir.
La
última vez que vi a Ofelia llevaba puestos esos jeans dos talles más chicos, y
eso que era flaquita, qué fuerte estaba esa piba. Yo había escrito algo
especial para ella. De esas cosas reveladoras que se escriben una o dos veces
en la vida, y ya sé que en mi vida sólo una. Pero ese día Ofelia no fue a la
facultad. Y nunca más fue. Se la llevó el mar.
Lo
que nunca entiendo es a dónde se lleva el mar a la gente. Porque no se ahogan.
Yo vi llevarse a algunos. Se van contentos o asustados, pero en paz. Yo no
pienso dejarme llevar. Te aviso para que vos tampoco dejes que te lleve. Aunque
parezca lindo escapar del mundo y de las cosas. Es una mierda. El mundo es lo
mejor. Por las cosas sobre todo. A ver… Por ejemplo la música. ¿Sabés si habrá
música allá donde se lleva el mar a la gente? Y no me vengas con el canto de
las ballenas ni nada de eso. Yo te hablo de Los Beatles, El Indio. ¿Y los
libros? ¿Habrá libros? ¿Leerá Ofelia? Le gustaba tanto leer. Tal vez sea por
eso y solo por eso que era tan hermosa. Como los tipos esos musculosos que son
así de tanto ejercicio. Creo que los ojos de Ofelia eran así de tanto leer.
Cómo
ya sabés y te advertí, odio el pasado. Odio la melancolía. Así que esta es la
última vez que hablo de Ofelia. No más búsquedas. No más poesías en su nombre.
Adiós recuerdos. Porque el pasado está hecho de sombras que cuando se quieren tocar
ya no están.
“Y
el mar te miente el engrupe de que si vos te dejás llevar vas a tener lo de
antes (me decía un viejo un día que me perdí en Flores) pero es verso. Nadie
tiene lo de antes nunca más. Y no te pasa a vos solo con Ofelia. Nos pasa a todos.
Un día fui a La Boca
a mirar el mar, para ver si era verdad lo que decían. Que si te dejás llevar
podés volver a lo de antes. Y vi a mi novia. Y se me apareció una tabla
flotando y una voz me dijo: sentate y vamos. Pero vi que era triste ser
recuerdo. Era más triste ser recuerdo que ser el que recuerda, que ya es
mucho.” Todo eso me contó el viejo aquel.
Y
por eso me olvido de Ofelia. Es decir elijo olvidarme de ella. Porque está
hecha de arena, que es lo que queda cuando se va el mar. No vaya a ser que por
seguir al agua termine en un desierto.
El
primero de agosto de 2006 el mar empezó a irse. Muchos se arrepentían de no
haberse dejado llevar. Para no morir, solo irse. Ser recuerdo en la mente de
algún poeta, de alguna madre, de alguna novia. Por eso estoy quemando esto que
escribí para Ofelia aquella vez. El mar
sabe por que hace las cosas. Y yo (a veces) también.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Sea libre de comentar, responderé a la brevedad...